Monumento

Mosteiro Santa Clara-a-Velha

El Monasterio de Santa Clara-a-Velha está situado en la margen izquierda del río Mondego, en la parroquia de Santa Clara y Castelo Viegas, en la ciudad de Coimbra, y está clasificado como Monumento Nacional.

Representa un momento de experimentación del estilo gótico en nuestro país. El atractivo del estilo de vida propuesto por Santa Clara llevó a Dona Mor Dias, noble dama de Coimbra, a fundar una casa de clarisas.

En abril de 1283 obtuvo la licencia para construir un monasterio dedicado a Santa Clara, cuya primera piedra se colocó en 1286, cerca del convento franciscano que también se encontraba en la margen izquierda del río Mondego.

En 1302, su fundadora le legó sus bienes e ingresos.

Desde 1307, Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal, se interesó por el convento y dedicó gran parte de su tiempo y su patrimonio a su engrandecimiento.

Las obras de la segunda construcción comenzaron en 1316, financiadas por la reina, y en 1317 se instalaron en él las primeras monjas, procedentes de Zamora.

La reina ordenó construir, junto al monasterio, un hospital para los pobres, con cementerio, capilla y un palacio, donde más tarde vivieron D. Pedro y D. Inês de Castro, y lugar de ejecución de esta última en 1355.

El arquitecto responsable de las obras fue Domingos Domingues, sustituido más tarde por el maestro Estevão Domingues, para terminar la iglesia e iniciar la construcción de los claustros del Monasterio de Santa Clara.

Estos destacan en el panorama nacional por su grandiosidad, siendo los más grandes de estilo gótico.

El monasterio acogió durante mucho tiempo a las monjas clarisas, que vivían en clausura.

Estas religiosas dejaron un importante legado de porcelanas y lozas, rosarios, anillos y muchos otros objetos que permiten reconstruir su día a día, patente en una exposición instalada en el centro interpretativo, que acoge «la historia del lugar».

Tras la muerte de D. Dinis de Portugal en 1325, D. Isabel se retiró al monasterio.

Tomó los hábitos de las clarisas, pero no hizo votos, lo que le permitió conservar su fortuna, que utilizó para obras de caridad.

La vida del monasterio se vio marcada, a lo largo de los siglos, por sucesivas inundaciones provocadas por las crecidas del Mondego, la primera de ellas en 1331, lo que anunciaba una difícil convivencia con las aguas.

La solución encontrada a lo largo de los siglos fue la sucesiva elevación de la planta baja hasta que, en el siglo XVII, las religiosas se vieron obligadas a desalojar la planta baja y construir una planta superior a lo largo del templo.

El deterioro del edificio por las constantes inundaciones llevó a su abandono definitivo en 1677. El monasterio y todo lo que lo rodeaba dieron paso a una explotación agrícola, pasando la parte superior del convento a ser utilizada como vivienda, pajar y corrales.

El antiguo monasterio pasó a ser conocido como Monasterio de Santa Clara-a-Velha.

A partir de la década de 1930, el convento fue objeto de una extensa campaña de obras de restauración, pero siguió siendo víctima de las aguas del río.

En ese espacio desocupado, sumergido en sedimentos que solo dejaban visible la parte superior de la iglesia, las campañas arqueológicas llevadas a cabo entre 1995 y 2000 permitieron recoger un importante conjunto de restos, testimonio material del pasado conventual.

El proyecto de valorización del antiguo monasterio, iniciado en 2004, comprendió la construcción de un edificio destinado a albergar el Centro Interpretativo.

Pero, lamentablemente, en enero de 2016, las aguas del Mondego volvieron a inundar el monasterio, causando incluso pérdidas de equipos en el Centro Interpretativo y de documentos, ya que el nivel del agua llegó a alcanzar los cinco metros.

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